miércoles, 7 de julio de 2010

LA EMOCIONANTE HISTORIA DE ARTHITA


You have never been in love
Until you’ ve seen the stars
Reflect in the reservoirs.


To ICO Viajantes


Esta es la historia de Arthita, ella un poco enoja y un mucho tenaz. Era contrario a lo que su nombre pudiera indicar, flaca y su tez dorada, su corazón una bruma y sus ojos el horizonte sin fin de todos los caminos.
Arthita vivió en una colonia popular, consumiendo medio litro de leche cada día. Cada costumbre. No estaba en su lugar, cierto, pero su sin raíz podía sentirla desde la brisa del Caribe hasta la mecedora de la abuela. Su oficio era labor de hacer panecitos y venderlos dentro de cajas decoradas. Las cajitas eran de un material tan ligero con bordes de sábila y encuentros de humedad. Arthita no se fatigaba la vida en horarios prehistóricos y agendados. Sus ojos veían la luz del nuevo día cuando escuchaba la tercer campanada de la capilla, a unas cuadras de la vendedora de cajas, asombro y también vendedora de casualidades.
Apenas comenzaba el día y ella estaba en el mercado o en el molino repasando mentalmente los ingredientes que harían falta mientras su cuerpo se unía a la fila en la que habría que esperar segundos como cebras para llegar a donde el cajero y pagar y retirarse con su canasto lleno de ingredientes y corazón.
Ahora mismo, en su casa, se encuentra preparando la masa y lijando cualquier indicio de soledad en la textura de sus cajitas contenedor de pan. Siempre en silencio casi siempre sin hablar.
La gente compraba sus productos, 10 quizá 20 por día, no para comerse el pan ni por obtener la cajita de saliva y voces. Seguramente era eso, comprar para ella sin tener motivo ni afecto y luego guardar silencio.