martes, 25 de agosto de 2009

PATRICIA VÁZQUEZ SE NOS CASA

Patricia V. se encuentra sentada, empapada entre ese mar de agua y el frío que amanta. Son casi las 2 de la madrugada y ella no hace mejor cosa que evadir llegar a su casa. Por la mañana, muy temprano, decidió no ir trabajar y en el semáforo último para llegar a su trabajo viró de manera violenta el volante de su coche modelo 70 y destartalado. El acto heroico más que el reconocimiento se llevó los insultos de los automovilistas que iban junto a ella, atrás o adelante. Ciegos todos, excepto Patricia V. y viviendo de manera errónea en el mundo que creen correcto. Cada conductor debió descender de su coche tipo músculo, de su camioneta familiar, dejar las ciento y tantas velocidades en el camión de pasajeros y aventar la bicicleta hacia la orilla. Todos debieron hacer eso y bajarse para contemplar a Patricia V., ver cómo renunciaba a su trabajo sin estar ahí y aplaudir mientras ella se iba alejando, aunque ella ya no se diera cuenta de lo que sucedía y dicho detalle del pópulo no pudiera darle el ánimo que necesitaría justo ahora, de madrugada que se encontraba frente a un bar cerrado y con el agua recorriendo su cuerpo, ya ni siquiera tenía que llorar pues las gotas caídas del cielo ocupaban el riel de las lágrimas en su cara.
Patri estaba tranquila, dejándose querer por el agua que se desviaba a su bajo vientre y acariciaba hasta sus rodillas desde, ya lo he dicho, su bajo vientre. Había pequeños charquitos de agua en el suelo agrietado y ella sacó un puñado de papeles; proyectos que le auguraban el bienestar hacia los siguientes 10 años y uno a uno los convirtió en barcos que se fueron veloces y luego lentos entre las fisuras llenas de cielo y su agua. Cuando los proyectos se fueron mar adentro Patricia V. comenzó a caminar a veces con la cara abajo y la vista arriba o viceversa, pensó en tomar un tren y cuatro cuadras más adelante y más empapadas se topó con un vagabundo tirado frente a la puerta de una iglesia, entonces ella depositó las llaves de su cochecito en la mano pordiosera que al contacto con el llavero tuvo un impulso de vida.
Aún cuando Patricia V. no sabía exactamente por dónde pasaba el tren decidió ir y tomarlo para llegar al polo norte o sur, a la playa o desierto, no importa que invirtiera 30 horas o la vida entera.

3 comentarios:

Sour Cherry dijo...

Mmm, que bien sentí leyendo sobre Silvia Licón! Da la sensación de que eso es lo que realmente vale la pena: hacer por hacer y sentir.

Abrazos, mi querida fumadora de estrellas.

FumarEstrellas dijo...

´

Sí, la Licón es divertida y paga el precio también por estar en esta vida; hacer por hacer y sentir... Igual que la famosa Silvia estoy tratando de hacer y hacer y hacer y sentir muchas veces.

Me sacas sonrisas Sour!

Anónimo dijo...

yo te presto mi cuerpo para sientas y vivas te lo regalo.llamame yo m caso con vos y cargo el equipaje,m enkantas pekas.