Santiago me regaló una plantita. Yo lo besé en la mejilla como señal de agradecimiento, ése fue el encuentro más cercano que jamás tuvimos. Lo vi sonrojado y cómo su cuerpo me dio su espalda ancha y blanca. Caminó sin voltear siquiera, yo esperé su retorno. Me quedé ahí, parada junto a la puerta con la jaula del mirlo vacía y todavía en el techo, sin pintura y con las basuritas del tiempo. Santiago se fue con sus grandes pasos tercos y sus ojotes en los que anhelaba dormir cuando hacía frío o cuando pensaba que mamá huiría la noche siguiente.
A cambio de la espalda insegura y sus ojotes, me dejó la plantita de consuelo. Cuando lo vi desaparecer en el horizonte justo, doblando en las faldas del cerro, suspiré largo y triste y deposité esa cosita que pretendía ser verde en el zaguán, lejos de la vista sucia de los visitantes fecundos. La regué todos los días, la podé e inundé de insectos en primavera, la cubrí de retazos de algodón en invierno, elaboré un boquete para que sintiera el sol del verano y exhibí sus defectos a los visitantes que llegaron junto con las lluvias de temporal. Lloramos juntas las tormentas del olvido, nos pasamos por las hojas y las manos cada grano de tierra levantada y caímos desoladas ante el furioso calor de la esperanza. Pasaron las estaciones cuando el polen de 3 generaciones de mascotas caninas de mi tía se pararon a mi cara, quise que bailáramos y fue entonces que me di cuenta que todo había terminado, no más plantita cafiverde; Santiago el baobab, se había instalado.
A cambio de la espalda insegura y sus ojotes, me dejó la plantita de consuelo. Cuando lo vi desaparecer en el horizonte justo, doblando en las faldas del cerro, suspiré largo y triste y deposité esa cosita que pretendía ser verde en el zaguán, lejos de la vista sucia de los visitantes fecundos. La regué todos los días, la podé e inundé de insectos en primavera, la cubrí de retazos de algodón en invierno, elaboré un boquete para que sintiera el sol del verano y exhibí sus defectos a los visitantes que llegaron junto con las lluvias de temporal. Lloramos juntas las tormentas del olvido, nos pasamos por las hojas y las manos cada grano de tierra levantada y caímos desoladas ante el furioso calor de la esperanza. Pasaron las estaciones cuando el polen de 3 generaciones de mascotas caninas de mi tía se pararon a mi cara, quise que bailáramos y fue entonces que me di cuenta que todo había terminado, no más plantita cafiverde; Santiago el baobab, se había instalado.
2 comentarios:
amiga!!!! cuanto gusto me da tener por aka en ags!!! y bueno ps ya sabes q me mantengo muy al pendiente de tu blog, y como siempre tu texto no es la excepcion, me encanto SANTIAGO!!!!
te kiero amiguis patsi cuati jeje
hey amiguis..! Casi ni nos vimos pero bueno, lo importante es que ya tengas trabajo... Ojalá para la próxima ya te organices con tus horarios y salimos! uuUUUUUUUUuuuuuuuuuuu
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