La última semana de diciembre mis cuates me invitaron a Chiapas. Ellos iban con la intención de apoyar el aniversario del levantamiento del EZLN. Mis amigos se hacen llamar adherentes a la otra campaña. Durante mis últimos años decidí no enterarme de cómo funcionaba el levantamiento zapatista, ni su fundación, sus características o su propuesta. Así es que la propuesta del viaje fue el pretexto ideal para saber un poco qué hay más allá de las playeras con la cara de Marcos, con pasamontañas claro, de los carteles, los anarquistas, los llaveros, postales y cosas coloridas. El festival de aniversario tuvo por nombre “Digna rabia” y comenzó el día 26 de diciembre en la ciudad de la región más transparente del aire. Los eventos comenzaron en una zona que se encuentra a las orillas de la ciudad, tres días de festival, folletos, botellita de jerez, panteón rococó, colectivos, gente del extranjero pero también algunos de dentro. En los tres días pasó que no se permitió la entrada con alcohol y drogas ni mucho menos la venta de éstos dentro del espacio informativo y sí se nos dio una embarradita de lo que es el movimiento.
El día 28 por la noche nuestro camión salió a Chiapas, con dudas, incertidumbre y también curiosidad. Llegamos alrededor de las tres de la tarde a un caracol, el más importante. Al bajar del camión lo único que pude pensar o percibir fue la espesa niebla que no permitía ver del otro lado de la calle y la tenue luz que soltaban unos focos fuera de una casa. Sentí frío y un poco de miedo. No está dentro de mi normalidad llegar a un lugar dónde la puerta está cerrada y detrás de ésta la custodia está a cargo de al menos cinco personas con armas, al parecer listas para descargarse, y con la cara y el cuerpo cubiertos, excepto los ojos. La etapa de registro fue rápida, contrario a lo que pensé y enseguida proseguimos con la búsqueda de algún espacio donde pudiéramos establecer nuestra casa de campaña. Encontramos una lomita y encima de ésta una carpa pequeña.
Los dos días que estuvimos ahí merodeamos los 0°C, no había otra manera de enfrentar dicho frío sino con doble chamarra, guantes, botas, doble calceta. Esta vestimenta para nosotros; los invitados. Para los habitantes de dicho caracol y comunidades aledañas lo normal es estar descalzos los hombres, con huarache de $50 la mujer, con el traje típico ambos, ella con un chal precioso bordado de flores y a mano. Ambos sacando vaho y lavando sus pies morenos, duros y curtidos a las cinco de la mañana.
Busqué alcohol inmediatamente al siguiente día. El chico de la tienda me preguntó si no era capaz de divertirme sin embriagarme. Por supuesto respondí de tajo que sí pero que mis cuates me enviaron a investigar. Me comentó él mismo que ellos no toman y no fuman porque les hace daño y que la prostitución están a un paso de ser erradicada. Y la sorpresa no para ahí. Había brigadas de limpieza que rodeaban la zona aproximadamente cada hora. De pronto volteabas y podías ver a 10 o tal vez 20 indígenas con sus costales recogiendo las colillas de cigarro y los papeles empapados de mocos de los europeos, estadounidenses y mexicanos. ¡Qué vergüenza ir a un lugar en el que estás segura puedes aportar algo y desde el primer momento recibes lecciones! No hay duda que las órdenes se dan obedeciendo. Sino es de esta manera nada funciona, basta mirarnos a nosotros, nuestra sociedad mexicana.
El día último de diciembre mi único interés era escuchar el mensaje que las comandantes y comandantes zapatistas habían acordado en sus juntas del buen gobierno. Dicho mensaje se vio opacado por gente extranjera y también de nuestra patria que creían estar en un concierto o el más codiciado espectáculo. Comenzaron a gritar que todos debían sentarse, ya que dichas personas estaban hasta atrás y no estaban dispuestas a perder la función. El primer comandante ni siquiera hizo reparo en pedir que se guardara silencio, que se pusiera atención a sus palabras. Él simplemente comenzó a hablar y esto no fue suficiente para que dicho público inconsciente guardara silencio. Obviamente fue más importante su comodidad que el propio mensaje. Y así sucedió con los únicos tres mensajes de la noche, se vieron opacados por nuestra reducida visión y egolatría. Así acabaron nuestras noches de acampar en el caracol.
El día 1 de enero de 2009 lo iniciamos en Chiapas, exactamente San Cristóbal de las Casas, comunidad tomada por el EZLN en su levantamiento. La dinámica en este lugar fue diferente. Todas las actividades se realizaron en una escuela hermosa, justo en la orilla, en las faldas del cerro. Escuela ordenada y exquisita en sus colores chillantes, en lo vivo de los mexicanos y la dignidad de nuestros indígenas. Yo no acampé, me corrió el frío que solamente se puede sentir en San Cristóbal de las Casas un primero de enero. Las tres noches que estuvimos ahí preferí salir por el pueblo un poco y beber también un poco y luego dormir en una posada con agüita caliente por $50 la noche y aún así tiritaba de frio cuando decidí dormir y a veces todavía en las mañanas.
Los tres días de conferencias en la escuela fue bastante información la que se nos obsequió. Además también estuvo presente la izquierda de otros países, jóvenes de Grecia contándonos la situación actual en su país, trabajadoras sexuales mexicanas exigiendo el respeto a su trabajo con el lema “la esquina es de quién se trabaja”, chicas presas y luego torturadas en Atenco y también otros presos políticos o rehenes. En fin, mucha, mucha gente contando su pedazo de vida, exigiendo reconocimiento. No piden dinero ni pensión mensual, solamente que se les permita trabajar, que se les deje de perseguir.
Todos los días estuvo Marcos. Se dice que es taxista, que está en el gabacho, que es agricultor retirado o que ha muerto. Es probable que dichos días mandara a un representante que ocupara su lugar y su voz. Yo quise creer que era él el que contaba los cuentos. Cuentitos de niños indígenas en la selva, en la sierra, en el norte, en el desamparo. Un día rompió con el esquema y nos aclaró que ese día no habría cuento sino otra cosa. Un pequeño texto en el que se encontraba un fuerte reclamo para las víctimas de la guerra en Gaza. Una petición de alto a la injusta muerte de mujeres, niños, niñas, ancianos y hombres en dicho país. Pobres inocentes. Por supuesto la cosa no fue así de fácil como yo se las cuento. En la voz de él hubo poesía, en un texto de solidarización y sensibilidad él era totalmente poesía. Lloré claro, como era normal y de pronto me di cuenta que la mitad del auditorio también lo hacía.
Tal vez las lágrimas fueron por captar la atención de un reportero extranjero, es posible que yo misma así lo hiciera. Sin embargo desde ese día me di cuenta que probablemente no pueda ser zapatista e irme al sur a pelear con la palabra y la frente en alto o partir también al norte y que alguien responde por qué hay 1607 personas muertas en Ciudad Juárez y sin contar las que no están registradas o los levantamientos. También me gustaría saber qué hicieron las pobres chavitas que se fueron a esa línea fronteriza, empapada de sangre, para morir así simplemente y luego ser arrojadas en una fosa con otros cadáveres y no hablo de diez cuerpos, ni de cincuenta o ya siquiera cien. No haré dichas luchas porque seguramente me falta valor y me sobra miedo pero lo que sí puedo hacer es querer que la gente sepa un poquito a partir de mi experiencia, que al menos un puñado de personas comiencen, al igual que yo, a tener una pequeña idea de lo que pasa con nuestra gente baja.