Soy jardinera. La mayor parte de mi vida la paso entre flores , residuos de comida y asadores. El parque que atiendo no es muy grande pero los huesos ya me duelen un poco y no he podido simular el gran peso que siento en mi espalda ante el jefe delegacional. El comité decidió contratar a otro hombre y así para que yo le enseñe en qué momento se cierran las puertas, la ponzoña de las abejas cuando es de aceite o de agua y también enseñarle a distinguir a las personas que frecuentan el parque tan sólo porque no hay un lugar más en casa, un espacio para los besos, para dar vueltas en el pasto dulce o para ser dueño de unos metros por un instante.
El joven, así le llamo pues es más joven que yo, ha de andar merodeando los cuarenta años, se ve fuerte pero sus manos no están a punto de reventar por las venas, ni tiene cicatrices de dos o tres espinas arrastradas por el viento para ser luego rasgadoras. Por el contrario, tiene las pestañas muy chinas y un caminar muy relajado, como que me da sueño cuando lo veo.
Comenzamos a trabajar y lo primero que vi al saludarnos, ése primer día fue sus ojos de mapache. Los círculos negras lagunas de su visión. Quise aventarme un clavado, agarrar el jabón de los baños y tallarme el cuerpo rasposo, lijar cada una de mis imperfecciones rugosas con la laguna en su mirada.
Hoy ya cumple quince días el susodicho ése. No hablamos, sólo me quedo atrapada en sus ojos mapache y me siguen todo el día hasta que se calman cuando voy a dormir y caen como una sábana negra y delgada y profunda sobre mi cuerpo calientito. Yo tengo problemas en una pierna y me ayudo de una muleta para poder caminar, por eso me gusta el gran jardín de la gente; los visitantes lo maltratan y los caminitos, los árboles heridos y las flores magulladas vienen a mí a tratar de consolarse.
Cuando veo que viene el lento mapache me quedo parada, esperando que me guíe con su hombría, que de un talachazo de hombre y que sus dedos se conviertan en raíces pero nunca sucede eso, así es que mientras espero él sigue paseando por el parque mientras yo a falta de pierna me ando de la cola de rama en rama e invitado e invitado al fin que no somos más que animales del zoológico en el que hemos nacido.
2 comentarios:
Ay que cosas... Te confesaré que el título se prestaba para algo más... elevado de tono! jajaja disculpa, yo y mis sacadas de cobre...
Como sea, volveré a leerlo porque... como ya ha sucedido antes, me quedo medio loca con lo que escribes.
Que estés muy bien, querida Paty.
Oye Dary, escribire algo mas elevado de tono... Como no hacerlo para mi seguidora constante, con comentarios y sugerencias y todo eso!..
mm estoy pensando, cuerpo, sangre o cuerpo!!
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