Ayer
morí después de tanto tiempo:
descubrí a los amantes.
Los seguí en cada esquina,
en todos los nidos
de rata
humedionda
y de pronto
cesaron de caminar
fingiéndose desconocidos
y entraron a la madriguera segura.
La pocilga
presunción parisina
con rasgos indígenas en las copas
y en el sacacorchos,
un mesero por aquí
y un tango argentino de fondo.
Es aquí,
y se lo cuento yo,
dónde aquellos dos se refugian
en un labio con labio
y eco profundo,
dónde se deslizan los zapatos
las notas rancias, el viejito y la dama.
Justo ahí, ella,
verdesmeralda
nos introduce en la noche
el lugar exacto donde se origina la entrepierna
y se abre de pechos
para que el impostor le beba
su baile
y el amor rasgado en terciopelo.
domingo, 29 de junio de 2008
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